lunes, 18 de enero de 2016

Homo Empresarius

Hace unos días presencié una reunión de un equipo de directores de ventas en una empresa holandesa. El director general y socio mayoritario comenzó un discurso sobre la situación política entre Irán y Arabia Saudita y su relación con la disminución del precio del petróleo. Emplazaba a los responsables regionales de su empresa a analizar cómo el precio de los insumos y materias primas afectarían al mercado en el que se encuentran. No estaba falto de razón, es un hecho que todos esos factores inciden en el día a día. Realmente no decía nada novedoso. Posteriormente comenzó a analizar las ventas de 2015 y determinaron un crecimiento de un tanto por ciento para el año 2016 de forma arbitraria, como al final lo hacen todas las empresas.

En su discurso que pretendía tener un carácter motivador, el director utilizó la misma lógica que en política internacional para explicar los motivos, causas y consecuencias por las cuales la empresa debía de crecer el tanto por ciento establecido. Su monólogo y análisis lo guiaron por una espiral que lo condujo a unas conclusiones que no le quedó más remedio que decir a viva voz, y un tanto sorprendido por la dirección que había tomado su supuesta emocionante disertación. Concluyó que el fin último de este esfuerzo era que él ganara más dinero. Todo aquel intento de animar a su equipo se vino abajo. Pretendió corregir argumentando que para ellos lo importante era mantener su puesto dentro de la empresa, para continuar creciendo y toda una sarta de arreglos que no hacían más que empeorar la incómoda situación. Mejor hubiera sido quedarse callado y no mostrar mayor preocupación por algo que al final todos saben.

Esta misma persona, unos meses antes estuvo a punto de despedir a un empleado porque cuando convocó una reunión a mil kilómetros de distancia en un día festivo, éste comentó que llegaría un poco tarde porque estaría con su familia. Al mismo tiempo, pide a los empleados que se preocupen por la situación de Irán y Arabia Saudita, cuando realmente la mayor inquietud de éstos es la incertidumbre que les genera un capricho de la dirección.

Empresarios de este tipo que abundan en todos los países del globo y son muy ignorantes al tratar de motivar a sus empleados de esta forma. No dudo que lo hagan con la mejor de las intenciones, pero la realidad es que su principal objetivo es, como bien lo dijo el aludido, ganar más dinero sin importarles verdaderamente los demás. Es la mentalidad del burgués, esa clase que no se siente con obligaciones hacia nadie más que consigo mismo.

El empresario no es una persona necesariamente culta, con valores, interesado en la sociedad que lo rodea; es alguien que solo debe de tener habilidad para hacer negocios sin importar sobre quién tenga que pasar para alcanzar su fin. Empresarios de este tipo hubieran sido mejores modelos para Maquiavelo que Fernando el Católico para escribir El Príncipe.

El homo empresarius tiene su origen en la burguesía que nació en la Edad Media. Ya desde entonces era una clase con pocos escrúpulos. No hay que olvidar que las ciudades eran aliadas de los monarcas. Éstos las apoyaban para contrarrestar el poder de la nobleza, y por lo tanto les brindaban una serie de fueros e incluso una especie de autogobierno.

Las ciudades eran el sitio ideal para aquéllos que huían del yugo de su señor. No hay que olvidar que en principio la nobleza nace como una casta de guerreros que protegen a sus vasallos de los peligros del exterior. Cuando el sistema comenzó a degradarse, la protección se convirtió en opresión. No obstante, en principio el señor tenía obligaciones también con sus vasallos. El burgués al ser hombre libre, no siente ninguna obligación con nadie más que consigo mismo. Al no contar con privilegios de sangre, su poder se basa en su capacidad económica, pero siempre tendrá el complejo de venir de un sustrato plebeyo e intentará emular a la nobleza, incluso comprando títulos.

Así fue cómo evolucionó el homo empresarius, una especie sin obligaciones. Su único interés es incrementar su poder de la única forma en la que lo concibe: económico. El liberalismo le permite prácticamente hacer lo que desee, y además lo protege. Su religión es el mercado y los puntos de venta, físicos o electrónicos, son sus santuarios. Cuando se percata del alcance que tienen las masas, sólo piensa en acceder a ellas.

La esfera del homo empresarius está basada solo en una actividad: la compraventa. Todo el sistema está fundado en facilitar esta actividad. Para que un Estado se le considere avanzado debe de ser democrático, capitalista y liberal. De lo contrario entran en el eje del mal, porque estos tres aspectos facilitan la única actividad conocida por esta especie.

El homo empresarius no es culto. Ha recibido una educación básica, en la cual aspectos como la ortografía no tienen importancia, simplemente porque no es una cuestión que afecte la compraventa. Es interesante leer algunos currículos de linkedin con maravillosas experiencias, estudios en las mejores universidades y colegios del mundo y llenos de faltas. Tantos años de escolarización parecen no haber incluido un pequeño curso de redacción.

Esta especie también es amante de las fotografías. Tiene afán de protagonismo. De la misma forma que un noble del Antiguo Régimen mostraba a través de pinturas, esculturas y palacios su poder, el homo empresarius gusta de viajar a sitios exóticos y visitar los mayores museos. Todos ellos buscan la fotografía para mostrarla en redes sociales, más que como un recuerdo personal. No valora la obra por sí misma, sino su propia imagen para manifestar su parcelita de poder.

Los estudios que brindan capacidad intelectual ya no son importantes. El homo empresarius está orientado a disciplinas que generan beneficios. Es más, los programas educativos buscan hoy en día – sin importar de qué ciencia se trate - un enfoque técnico y un uso mercantil. No es importante si no es rentable.

El homo empresarius enaltece y venera a individuos como Steve Jobs, en lugar de personalidades como Isaac Newton. Asimismo, ya que no posee títulos nobiliarios como marqués, conde o duque, utiliza otros más acordes con los tiempos como Relationship Manager, Senior Consultant, o CEO.

La especie está muy identificada con la tecnología. Incluso llega a creer que redes sociales y aplicaciones como Twitter, Facebook, así como muchas otras son un medio para expresarse. Se autoengaña, son herramientas para conocer gustos y tendencias y vender más, y que aprovechan esa falta de capacidad analítica del homo empresarius que goza decir lo que piensa sin reflexión.

Podríamos continuar haciendo toda una descripción sobre la especie. Es más, tendríamos material suficiente para realizar una tesis de licenciatura. Sin embargo, el homo empresarius ha eliminado esto también. Se conforma con un trabajo de fin de carrera. Lo importante es tener el título, ya que estudie lo que estudie solo tendrá que comprar y vender.



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